4 dic 2010

Los días negros

La primera vez que lo vi llevaba puesta una cami de Soundgarden. Supe que le gustaban porque me lo dijo luego y porque, al cabo de unos meses, me enteré de que había ido a Italia en autobús sólo para verlos.

La primera vez que lo vi, aquella de la que os hablo, fue en la biblioteca, entre las estanterías. Tenía el pelo chorreando y una cara de mala hostia impresionante. Entonces no hablamos, aunque supongo que más o menos ya nos caímos bien. A mí me gustó su interés. A él mi rapidez. Yo sabía que rebuscaba entre los títulos. Él que yo venía a por un libro en concreto (ya no recuerdo cuál).

Por aquel entonces yo leía a Hesse, Azúa y Lombardo, y publicaba de vez en cuando en el 70 veces puta. Él leía historias del nazismo y literatura de ficción, artículos de sociología y novelas de Verne, libros de relatos de terror, poetas norteamericanos... Apenas si estudiaba y lo aprobaba todo. No escribía ni una sola línea. No iba por clase. Vivía solo. Dormía por las mañanas y leía por las noches. Tenía lo justo para vivir. De todas estas cosas me enteré después.

Luego nos seguimos viendo, aunque apenas si cruzamos una mirada amable. La primera vez que hablamos fue en las escaleras de la biblioteca de la universidad. Era un día de invierno y quedaba media hora para que nos echaran. Los dos tomábamos café. Fueron pocas las palabras que trabaron los primeros pasos de una "relación" itinerante, desplazada en el tiempo y en el lugar, pero que flota porque se mantiene sola, sin necesidad de ayuda. Lo que hay entre nosotros no es amistad sino algo más parecido a la necesidad de espejos. Él se mira en mí y yo en él. Sabemos dónde estamos porque sabemos dónde se encuentra el otro. Él es un referente.

Sé que le repugnaría que dijera su nombre, que hablara con los demás de él. Ama el anonimato y jamás consentiría que le echara una mano. Nunca me ha contado un problema personal. Le repugna la mentira y te ofrece sus silencios como un refugio contra la estupidez gratuita. Siempre guarda un par de frases que esgrime en el momento justo, casi siempre cuando alguien pretende hacerle morder el polvo con el juicio de las mayorías, de lo que es o no normal. Conoce el precio de la independencia. Soporta sus heridas con una dignidad estoica porque sabe que el dolor escampa. Lleva siempre los pantalones manchados de tinta.

Hace un instante me ha llegado un email escrito por él. Me felicita por lo de mis libros. Dice que ha leído Cuento y aparte, pero que le resulta muy difícil conseguir un ejemplar del 50 (pienso en que le tengo que enviar uno). Me cuenta que desde hace un par de años vive en Suecia y que trabaja en una fábrica de acero, que vive solo. Acaba diciendo que le encantaría regresar, pero que todavía no puede. Sé que sigue sin escribir nada y que tiene mala suerte. Sabemos que no se puede dejar de pelear.

Yo no sé lo que escribirle. Abro un documento de texto y apenas si balbuceo. No sé qué contarle. No sé dónde estoy, qué hago, a veces ni siquiera sé hacia dónde voy. Tengo pocas cosas claras, pero a veces, solo a veces, se me antojan suficientes... Y es entonces cuando pienso que quizá sea estupendo empezar por el principio... Intento recordar la primera vez en que nos vimos... La camiseta de Soundgarden... Aquella cara de mala hostia... Su pelo mojado... Luego escribo una historia (esta que os cuento) y la pego en un correo. Le doy a enviar.

Mañana, cuando venga de la fábrica, la verá en su bandeja y sonreirá al acabarla. Me dará las gracias. Y pensará en aquella primera vez en que nos vimos... En el tiempo de los días negros... Cuando nada parecía tener arreglo y el futuro se nos quebraba cacho a cacho.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué suerte haber dejado atrás esos días negros en la biblioteca de la universidad. Yo todavía pienso en la última frase que has escrito, aunque espero sobrevivir. Menos mal que siempre se encuentra a gente anónima interesante entre las estanterías, en la que inspirarse. Saludos.

julia dijo...

ya ves que el futuro sigue en su sitio... no se ha caído ni ha desaparecido, ni es oscura su luz... quizá sea un futuro un poco más consciente del futuro inmediato, pero ya no es futuro si no presente... bueno, no sé si borges, por supuesto, explicaría mejor todas estas paradojas de tiempos... que bonito el micrísimo relato... un besooooo

Alamut dijo...

Recuerdo aquel primer concierto que vi de los Soundgarden, cuando vinieron de telorneros de los Guns and Roses.... grandes los Soundgarden, grandes ... los G&R dejaban mucho que desear en aquel directo del 93...
Por los futuros que aún no se han desbarrancado tras la tormenta......

nueva gomorra dijo...

cer, no es un relato, aunque se le parezca

Alamut dijo...

Gracias por pasarte por el Lexicón... Los que no son relatos, aunque lo parezcan suelen ser intensos y dejarnos parte de lo que ha hecho que los escribas.
Besos