13 feb 2011

El último viaje de Philip Rogina




Sentado frente a su cuaderno verde, Philip se remangó su camisa de cuadros una vez más. Hacía ese gesto siempre que se ponía a escribir. Cada vez menos. El último sería un poema que escribiría de un tirón. Sería su último poema, aunque en ese momento él no lo sabía. Cuando lo terminó cerró el cuaderno y se miró las manos, viejas –pensó. Apretó el puño, con rabia, y sintió ese dolor extraño (como si de repente se le llenara el estómago de veneno) que últimamente, sin embargo, le resultaba familiar.

[Poca gente sabe que el dolor que provoca la muerte del otro, el abandono, la tristeza o la desesperación puede destrozar un cuerpo en apariencia sano o llevar a un hombre a la locura.]

Se puso de pie. Abrió una ventana para dejar pasar el aire fresco de las últimas horas de la tarde. Colocó su mochila vieja sobre la mesa y se situó justo en el centro de la estantería donde estaban colocados todos sus libros. Durante muchos años aquella pequeña biblioteca, de apenas quinientos títulos, había sido el cimiento de sus días, de su mundo entero, en aquel momento resquebrajado y roto. Se propuso elegir solamente cinco.

[Sin embargo, mucha gente cree que los libros nos hacen más inteligentes, más comprometidos, más despiertos y curiosos, incluso más guapos o más felices, ignorando que hay veces que los libros se convierten en el único espejo capaz de reflejarnos completamente, también por dentro. Mirad a las mujeres lectoras de Hopper… Ellas no se tuvieron clemencia. Philip tampoco.]

Metió, muy despacio, cuatro de los cinco libros en el fondo de la mochila y se quedó con el quinto, abierto sobre las manos frías, como si fueran la camilla donde se hallase el cadáver diseccionado de su pasado, preparado para la autopsia. Philip pensó en las madrugadas donde había permanecido despierto, releyendo aquel poemario mientras ella dormía, siempre plácida, sin pesadillas ni miedos descolgados como arañas en la noche. Leyó el último poema del libro una vez más.

LATE FRAGMENT

And did you get what
you wanted from this life, even so?
I did.
And what did you want?
To call myself beloved, to feel myself
beloved on the earth.

[ÚLTIMO FRAGMENTO. ¿Y conseguiste lo que / querías en esta vida? / Lo conseguí. / ¿Y qué querías? / Considerarme amado, sentirme / amado sobre la tierra.]

Philip cerró el libro de Carver y lo metió en la mochila. Mientras cogía un par de pantalones y algunas camisetas, pensó que con su marcha ponía fin a una historia atravesada de parte a parte por un puñado de sueños, ahora definitivamente truncados. Nunca pensó que dejar esa casa le sería difícil. Al fin y al cabo, esas cuatro paredes encerraban tanta decepción y angustia… Cuatro paredes levantadas para dar cobijo a un amor con el que resguardarse de tanto dolor de mundo. Un mundo que le crujía a Philip en las tripas. Se sentía tan cansado de pelear contra gigantes… Se echó la mochila al hombro. Una casa, pensó mientras la cerraba por última vez, ya de noche, para parir y criar lo más oscuro que cada uno de los dos llevaba dentro.

[No sabemos lo que pasó con Philip ni tampoco lo que sintió ella cuando supo que él se había ido. Era la primera vez que lo hacía, pero sería para siempre. A ella seguramente le iría bien. A Philip, sin embargo, hay que imaginarlo lejos de eso que llamaríamos una vida próspera. Probablemente acabaría sus días en una pequeña ciudad del norte, tal vez en Canadá. Viviría con lo poco que sacase restaurando muebles. Llevaría una vida sencilla. Seguramente cuidaría de un perro. Al abrigo de una chimenea en invierno, arropado de unos pocos libros, lo podríamos imaginar tomando una taza de café bien negro. Sus veranos serían igualmente tranquilos. Quizá aprovecharía algún sábado que otro para salir a pescar. Cruzaría apenas cuatro palabras con sus clientes o la mujer que le traería las cartas. Escucharía la radio. No deberíamos imaginarle como si fuera un perdedor, sino más bien como un hombre incapaz de eludir las consecuencias de una mirada lúcida, que quizás con él no lo fue tanto. Un hombre a su manera valiente y obstinado. Alguien que decidió callar.]

Juan Cruz López, investigador de la Generación Ausente

1 comentario:

Roque dijo...

Es un poco triste, Juan, pero me gusta, mucho. Interesante lo que dices sobre los libros como espejo. Y lo que has colgado del pintor...